36 grados

Las gotas empezaron a empaparlo todo
Primero unos mechones de pelo junto al cristal
después la camisa y el alfeizar de la ventana.
Resbalaron después por mi espalda
como dedos acariciándome en canal
con el pulgar abierto
vértebra a vértebra
hasta el coxis.
Me dolía el lagrimal
la glotis
la raíz de la lengua.

Me sentí vulnerable y magnífica.
-Es amor- pensé
amor pegado en las costillas
la pleura
los alvéolos
hasta las porosas membranas de la carne y las amígdalas.


Amor desbordando los pliegues, los vértices,
las comisuras temblantes de la boca
del estómago.
Amor,
 en reflujo por el plexo solar
clarividente,
no
porque es ciego pero

deslumbrante,
sentido de la vida.

Fue un golpe de amor monosilábico
esencial
primario
corriendo humildemente en sus pobres mudas.

-Estoy viva y templada-
lo noté a través del golpe frío de mi piel contra el aluminio.
Fui entonces consciente de mi temperatura humana.
36 grados de amor mundano
cubierto de lluvia.

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