Eliminar toxinas


Que levante la mano 
quien no necesite un exilio inmediato.
Un exilio de veinte minutos
Una cabezada.

Que tire la primera piedra, o mejor 
un avión de papel
un trozo de pan, inocente,
quien que no sueñe 
con un retiro eventual al Portugal
que mira al mar, que nos da la espalda.
Un retiro donde mirar al horizonte marino 
donde dicen que uno se vuelve ser humano en desarrollo y respirar.

Qué empático cualquiera,
poroso como un hueso de pollo, en demasía, 
no requiere terapia en esta España que nos pintan doliente,
en esta España que es también jovial, tabernera, artista 
pero dirigida sin cesar al borde del suicidio recurrente.

España...aquella que una vez juré amar con un amor de amiga sin fanfarrias.
Esta España, que a ratos se reconcilia con su bandera 
y ondea su patria en los balcones,
es la misma que se empeñan en cocer 
en el rencor 
de su propia salsa, 
expulsando a quienes náufragos, 
hartos del furor cainita 
aspiramos tan solo a unas clases de yoga, a modo de balsa.

Hiperventilo al escuchar a portavoces
armados de postverdades,
narrando con exceso épico, 
como cobradores de frac 
de pendientes cuentas morales,
contando los cuentos 
del érase una vez un mundo 
que no era habitable hace un trimestre y que hoy,
dicen, resplandece. Exageran.
Exageran siempre, 
de un modo operístico y desesperado.
Y por eso hiperventilo al respirar 
ese mismo oxígeno de secta que exhalan 
y que un periodista adepto se traga, en cambio, 
como un potito.

Gobiernos del Cid de la inconsciencia.
Demiurgos que nos sacan de la nada 
para dejarnos, nominalmente,
un poquito más a su izquierda.
-un poco más a la izquierda, nada más-
a la izquierda de una farsa.
Mientras propician el exilio existencial de tantos humanos del montón,
que crispados de revanchas mediocres 
se abrazan al prozac de una esperanza.
poniendo rumbo mental 
al cabo da Roca,
al cabo de Gata,
dándole la espalda a los portavoces y sus causas
y a todos los actores secundarios
de este teatro del rencor de caras largas.

Por eso elegimos todo lo demás que ocurre en sobremesas y terrazas
la paella del domingo y el amor
el running, el make up y el gamming
los conciertos junto al río y las canciones
y nos refugiamos en bares y aceras
de esta frivolidad de cuarta sin medida.
Exiliados en nuestro ágora de sociedad civil de botellines
y democracia de bar
donde no llegan sus balas.

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