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¿El primer día de la Nueva Era?

Dicen algunos que ha empezado una nueva era. No sé si eso es cierto, empíricamente cierto o siquiera si es empíricamente posible validar dicho aserto o negarlo. Es como la  probatio diabólica que hace recaer la carga de la prueba en quien no puede demostrar nada. No puedo hacer, por tanto, una aproximación cercana a la VERDAD pero si una reflexión confusa, incierta y plenamente subjetiva de esa supuesta nueva era en la que lo nuevo engulle a lo viejo pero en la que las madres trabajadores llevan al escaño a su niño colgado de la teta como las mujeres recolectoras del neolítico en defensa del derecho fundamental a la crianza con apego. Empezaré por el final. Estaba yo saliendo del Congreso y bajaba la carrera de San Jerónimo con una sensación de desasosiego, mezcla de esperpento y disgusto por una primera sesión constitutiva que parecía un circo de tres pistas y donde se olía más el tufo del rencor y la autosuficiencia que el verdadero aliento renacentista de un cambio de era. Más bi

Confinamiento

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Suena la radio y un fondo de gotas de lluvia sobre el aparato de aire acondicionado. Me gusta estar en la cama con esa banda sonora. Son las 10:10. En otras circunstancias llevaría dos horas despierta y la asistenta estaría pasando, inmisericorde el aspirador. Yo llegaría tarde a la sesión de control del Congreso o tendría un trabajo o qué se yo. Me tomaría el té en el bar de la esquina. Me quedo hipnotizada con el ruido de las gotas. Chap, chap, chap. Analizo mis sensaciones de esta cuarentena que se hace eterna y concluyo que he perdido la esperanza en el futuro. Por eso procrastino activamente. Pasivamente. Porque este virus ha parado el tiempo. Y en este nuevo compás repaso el relato de hace años que he rescrito, pienso en los cartones mojados de Muhmad y en Canet el poeta que me prestó tantas canciones Y en Carol, a flor de piel.  Pienso en tantas personas que me han acompañado en esta aventura literaria que siempre resucita cuando pintan bastos.  Es  mi as en la manga. Se

Patologías del ego

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Hay egos heridos a tortas o inflados a besos incondicionales inmerecidos. Y egos enanos, implosionados a cenizas, miserablemente rotos por aquellos otros desmedidos de manitas largas. - Pero, oye, tampoco pierdas el tiempo no es nada personal-  Tan solo es  que la compasión es ajena al ego del gigante. que viven sin diagnosticar y esos pobres gigantes sin grandeza esos egos gordos de piel estrecha van campando vacíos a sus anchas lo que dura un baile, una canción, una caña. Con su triste crueldad de escorpión oculta en la buchaca, carcomiendo a la vez como termitas. pusilánimes el mismo espectro fútil de su alma. Infames. Patógenos egos del espíritu  vagando por el fondo abismal  en qué habitan.  Dislocados, como el Dios Jano mirándose a si mismo. Pobres egos desdoblados. Pobres vidas vividas con escafandra. Y las manos... pequeñas, asustadas lacerando sin saber las heridas de los justos.

Eliminar toxinas

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Que levante la mano  quien no necesite un exilio inmediato. Un exilio de veinte minutos Una cabezada. Que tire la primera piedra, o mejor  un avión de papel un trozo de pan, inocente, quien que no sueñe  con un retiro eventual al Portugal que mira al mar, que nos da la espalda. Un retiro donde mirar al horizonte marino  donde dicen que uno se vuelve ser humano en desarrollo y respirar. Qué empático cualquiera, poroso como un hueso de pollo, en demasía,  no requiere terapia en esta España que nos pintan doliente, en esta España que es también jovial, tabernera, artista  pero dirigida sin cesar al borde del suicidio recurrente. España...a quella que una vez juré amar con un amor de amiga sin fanfarrias. Esta España, que a ratos se reconcilia con su bandera  y ondea su patria en los balcones, es la misma que se empeñan en cocer  en el rencor  de su propia salsa,  expulsando a quienes náufragos,  hartos del furor cainita  aspiramos

Disfraces

Hoy me he maquillado como una puerta para darle con la puerta en las narices, con mi máscara de látex prudente, a la frívola impostura ante cuya voz me visto de valiente. Me travisto hoy de mujer serena que junta los muslos al sentarse que cierra la boca al masticar correcta, hablando políticamente para ocultar este rostro vulnerable. La victima número mil de una sincera torpeza pueril de una vacuidad insoportable. Hoy he sentido la necesidad primaria de pintarme la cara de clawn, ponerme la bola de espuma y la corbata extra grande que cubra ridículamente mi torso abatido. Porque estoy herida ya de muerte y resulta improcedente y chirría y enerva a los imbéciles mi cara de viva.

Estas son lentejas...

Toca reinventarse. Volver a la casilla de salida, civilizadamente.  Aceptar la derrota mediocre a manos de unos, solo superiores en número. Aceptar, como regla del juego.  Porque las lentejas son estas. Y no hay más. Toca mirar el folio en blanco, fijamente.  Como si fueran las moscas, con su distracción, las que evitan un buen verso o un breve relato. Y no el vacío, el vértigo, o la cara de boba que se nos queda a los perdedores  que civilizadamente deben aceptar la derrota y a la vez se escuchan y por dentro se dicen:   -una mierda-  así, haciendo notar mucho la erre. Pero que al minuto se vuelven a poner en la cola del paro, en la cola del pan. Porque las lentejas son estas y no hay más. Como aquel que coge el matamoscas y lo blande contra el viento y mata muchas moscas y al tanto vuelven otras tantas más. Irritantes, pertinaces.  En este verano tan suave y jamás tan lleno de moscas. Aceptando ya las moscas, tan superiores en número y aún la derrota

Nos partió un rayo

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Nos partió un rayo. Llegó de repente. No nos pusimos a salvo. -Como decía aquel poema de aquel poeta uruguayo- nos quisimos con ganas nos besamos con labios nos juzgamos con tiempo Recorrimos el camino y fuimos puentes, como decía aquel otro proverbio africano. Y aún así nos partió un rayo... Que inesperadamente abrió en canal más luz acumulada. Que dejó al descubierto este haz deslumbrante. Si, Nos partió. Pero Ahora somos más. Más pedazos de esa luz multiplicada. Dispersas luciérnagas somos ya Dando las gracias por afinidad, por amistad y por admiración. Conectados. Porque ese rayo nos partió conectados E iluminó a conciencia la consciencia de la inmensa hazaña. La fortaleza de estar desnudos y no sentir vergüenza sino orgullo, Orgullo de hormiga que habitó el tronco con afecto. Conscientes de este regalo, Escaso y ajeno para tantos. De vivir con corazón la desventura Sin la compañía de los cenizos y los tristes. -porque estás lágrimas que ruedan son de amor- En definitiva Nos pa