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Mostrando entradas de 2016

Mi vida sin mi

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No lo digo en el sentido que lo hacía Isabel Coixet en aquella peli. No es como imaginar o planear como será la vida que te rodea cuando ya no estés. Me refiero a cómo es, a menudo, la vida, tú vida cotidiana, sin un rastro claro de ti.Lo pensé este fin de semana. Cuando hacía los deberes de mates con mi hija, después las compras familiares, preparando una tortilla de patata, amasando plastilina para un trabajo del pequeño. En todo el día, mi única misión no ajena fue buscar un estanco abierto para comprar tabaco de liar. El resto de la semana, incluidas 50 horas de dedicación profesional, fue un encadenamiento de sucesos que ocurrían para dar sentido y orden a la vida de otros. Hoy, una receta de El Comidista me llevó a otra que me llevó a la historia de Jack Monroe, una persona “trans no binaria”. Me llevó un tiempo entender la cuestión, puesto que Jack dice no ser ni mujer, ni hombre, ni querer ser a ciencia cierta una cosa o la otra y descubrir, de paso, que se puede tener no

Listos imperfectos y perfectos idiotas

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Puedo perdonar incontables defectos...como decía Oliverio, el poeta de la película de Subiela que buscaba a la mujer que supiera volar..."si no sabe volar está perdiendo el tiempo conmigo..." decía en su poema guionizado el poeta real Oliverio Girondo. A mí no me pasa con el tamaño de la nariz o las nalgas de las mujeres  ni con el amor. En mi caso, las líneas rojas que trazo a modo de mapa de lo que busco, es también el mapa de lo que voy descartando. Como para mí lo más importante son las personas, me afano en escogerlas como compañía de entre la masa informe de gentes que es la humanidad.  Me pasa que siempre que reflexiono sobre lo que busco y aprecio en las personas, llego a un punto en que me inclino por el plano cognitivo. Simplificando mucho diría que me inclino más por los listos, y dentro de estos, más a los listos imperfectos que a los perfectos, entendidos estos como poseedores de una perfección cuadriculada que me suele resultar repelente. Queda deducid

La nueva vieja era

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Dicen algunos que ha empezado una nueva era. No sé si eso es cierto, empíricamente cierto o siquiera si es empíricamente posible validar dicho aserto o negarlo. Es como la   probatio diabólica   que hace recaer la carga de la prueba en quien no puede demostrar nada. No puedo hacer, por tanto, una aproximación cercana a la VERDAD pero si una reflexión confusa, incierta y plenamente subjetiva de esa supuesta nueva era en la que lo nuevo engulle a lo viejo pero en la que las madres trabajadores llevan al escaño a su niño colgado de la teta como las mujeres recolectoras del neolítico en defensa del derecho fundamental a la crianza con apego. Empezaré por el final. Estaba yo saliendo del Congreso y bajaba la carrera de San Jerónimo con una sensación de desasosiego, mezcla de esperpento y disgusto por una primera sesión constitutiva que parecía un circo de tres pistas y donde se olía más el tufo del rencor y la autosuficiencia que el verdadero aliento renacentista de un cambio de era. Más bi