Estas son lentejas...
Toca reinventarse. Volver a la casilla de salida, civilizadamente. Aceptar la derrota mediocre a manos de unos, solo superiores en número. Aceptar, como regla del juego. Porque las lentejas son estas. Y no hay más. Toca mirar el folio en blanco, fijamente. Como si fueran las moscas, con su distracción, las que evitan un buen verso o un breve relato. Y no el vacío, el vértigo, o la cara de boba que se nos queda a los perdedores que civilizadamente deben aceptar la derrota y a la vez se escuchan y por dentro se dicen: -una mierda- así, haciendo notar mucho la erre. Pero que al minuto se vuelven a poner en la cola del paro, en la cola del pan. Porque las lentejas son estas y no hay más. Como aquel que coge el matamoscas y lo blande contra el viento y mata muchas moscas y al tanto vuelven otras tantas más. Irritantes, pertinaces. En este verano tan suave y jamás tan lleno de moscas. Aceptando ya las moscas, tan superiores en número y aún la derrota