Amar lo que queda
Ahora sé que es posible volver a amar la tierra yerma, los olivos grisáceos del invierno, las pardas sombras y las tardes vulgares de Febrero. Que es posible amar con tanta calma tan calladamente a solas, sin adornos. Porque una ama ya lo que queda después de la batalla, los cuerpos dolidos y los péndulos, la rebeldía bienintencionada, la desorientación el aire cargado anterior a la lluvia. La cierta honra que uno espera conservar, cuando llegue la muerte. Y aquí me tienes, feliz, mirando estos campos varados sin oficio. Feliz en este país herido de muerte que una ama a pesar de todo. Sin idealismo de facultad. Con un amor, si acaso, de tercera edad, con un amor de amiga sin fanfarrias.