Son cosas de guiris
Desde que he dejado la linea 14 de la EMT por el avant a Toledo mi paisaje ha cambiado totalmente. En lugar de los plataneros del El Prado vislumbro los confines de Parla. Es la periferia del poder, los andurriales de lo que algún día fue la corte. En fín, voy rodeada de guiris que, en viajes de estudios, escapadas románticas o cuentas pendientes con el mundo del viaje trasoceánico, se pegan una excursión de un día en Toledo para contemplar lo que un día muy lejano fue España y su imperio. En una de las vueltas, una mujer rusa conversaba con su amiga expatriada española. Las sitúo en algún tipo de cargo administrativo de la OTAN en vacaciones de septiembre. Ambas charloteaban amigablemente a mi lado y aunque hubiera querido no escucharlas, que no era el caso, hubiera resultado, en mi descargo lo digo, imposible. La rusa portaba un saco de regalos adquiridos de la etapa toledana y los iba sacando de las bolsas, uno a uno, para deslumbrar a la hispana, en esos alardes tan rusos de jacta