Voyeur fabulador

Acabo de leer un artículo sobre blogueros de moda que se fotografían en lugares de homenaje a las víctimas del holocausto que analiza hasta que punto se puede llegar a banalizar cualquier cosa que algún día creímos intocable.
Pero si hoy os cuento una fantasía literaria es posible que algunos penséis, oh sí, que estimulante, emocionante, excitante...especialmente si menciono algunas palabras clave como "voyeur" en este caso.
Sin ellas, la mayoría de lectores potenciales no pasaría del primer párrafo.
Cuesta asumir abiertamente, como hace un compi de trabajo, que uno tiene la misma sensibilidad de un ornitorrinco y se salta cuando lee las descripciones, introspecciones y otros complementos retóricos. Pero hasta a un ornitorrinco se le eriza el vello de la espalda cuando intuye que puede mirar por ojo de una puerta y ver algo íntimo, especialmente si va sujeto por un liguero de encaje.
Imaginad, pues, que ese es el caso. Si ya has llegado hasta aquí sin escena sexual de por medio, ya quédate...
El caso es que siempre he tenido la fantasía recurrente de escribir una historia sobre aquellas personas que una se cruza una sola vez en la vida. Mis andanzas en la linea 14 me han proporcionado incontables oportunidades de satisfacer por capítulos esta pulsión.
Digamos que uno no quiere quedarse en la mirada furtiva o el encontronazo de ascensor, sino que una quiere saber que vida hay detrás de la luz de las ventanas de una casa cualquiera y saber la historia real... Y si eso no está a nuestro alcance tener al menos la oportunidad de husmear lo suficiente para poder fabular esa historia a nuestro antojo.
Ayer mismo, bajando con la bici cuesta abajo y sin frenos, me volví a cruzar por enésima vez a quien llamaremos "Adela-Culopiedra" por encontrarse cada día a la misma hora sentada en un banco de dicho material en el bulevar de Castellana.
Adela, parece que espera, muy abrigada, de piernas cruzadas, mirando al infinito a través del trasiego de peatones que salen del trabajo con la menta puesta en soportales vacíos y otras oquedades resguardadas donde pasar la noche. Su aspecto es aseado y pulcro pero algo indica que vive en la calle. Y una se pregunta por qué.
Cada vez me entran ganas de preguntarle -¿Cómo llegaste hasta aquí?- pero no lo hago convencida de que me contestaría con un escuelo -No es asunto tuyo-
Y creo que sus ojos vidriosos darían cuenta de que viviendo en la calle se ha ganado las razones de peso precisas para no tener que contestar a ninguna pregunta pseudo-solidaria sobre sus elecciones vitales.
Porque, en efecto, una es muy libre de poner sus posaderas congeladas y emancipadas donde le venga en gana, conservando pensamientos al infinito y el más íntimo rencor a propios y extraños, ajena a los sistemas imperfectos, los problemas de conciencia de los otros y la fabulación literaria.
-Ya, Adelita- permíteme que te llame por un nombre imaginario-pero es que yo necesito contar tu historia por una cuestión de "voyeurismo fabulador". No es que quiera que te redimas, yo en tus cosas no me meto. Sólo es que tengo el convencimiento pleno que hay historias que sólo existen cuando las inventas.-

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