Bailar bajo la lluvia

De pequeñita creía que sería bailarina de flash dance o Lauren Bacal. El tiempo no me dio la razón pero, de igual menera, obtuve ciertos réditos a mi corta y limitadamente exitosa carrera como bailarina de jazz y actriz amateur de ámbito colegial.
Despúes quise ser analista política y speechwriter. La vida me ofreció impagables oportunidades de hacer lo uno y lo otro. Fue entonces cuando supe que era la mujer más afortunada del mundo: una polítóloga con puesto de trabajo. Oh, my god, me dije cruzando los dedos por detrás de la espalda.
La suerte no duró tanto, y tras la fortuna llegó la derrota. La primera gran bofetada de mi vida. Probablemente la necesitaba en una especie de justicia cósmica por el hecho de haber podido cumplir varios de mis sueños con menos de 25 años. Visto con distancia, hice siempre lo que quise y bailé una danza feliz por encima de todo aquello otro que pude hacer y preferí no hacer por principios. Y hoy tengo mejor recuerdo de mí.
Después vino la consultoría de negocio y la maternidad, con desigual éxito en uno y otro plano. Una época de crecimiento en la que hubo insomnio y también grandes descubrimientos y decepciones. Conversaciones muy serias en restaurantes chinos haciendo sociología, entrega al prójimo próximo y eso otro que siempre me pareció una renuncia: la aceptación del coste de oportunidad.
Según la pirámide de Maslow ahora ando cerca de la auto-realización, toda vez que no he escogido nunca la vía del bienestar material, hecho que me permite escalar un par de peldaños destinados a la acumulación de capital.
El destino era el viaje, como el de Ulises, pero el premio es grandioso. Como decía aquel cuento, la vida no consistía en esperar a que pase la tormenta, era aprender a bailar bajo la lluvia.

Comentarios

  1. Eso querida colega, compañera de microtertulias y despotriques, lo bueno de la vida es aprender a bailarla y si es bajo la lluvia, mejor ;-)

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  2. En el viaje, el baile y la lluvia, siempre mejor, buena compañía. Así que por la parte que te toca, grazie mille. Por prestarme tus ojos cuando el relato lo requería.

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