La maravillosa historia de blackcrow y un pastor afgano

Las personas son, como todos saben, pájaros o perros. Hay algunas tortugas pero son raras de encontrar, casi seres mitológicos. Esta es la historia de una pájara que no lo quiso ser de cuentas anuales y que, si era un poco perra, lo era por naturaleza y un esbelto pastor afgano con un talento peculiar, fotografiaba a ojo de pájaro pero ladraba sólo y exclusivamente cuando resultaba inexcusable.
Blackcrow era, como su nombre índica, una pájara negra de inteligencia mordaz, algo siniestra, ya casi rehabilitada del lado oscuro y a punto de caer desde el gótico-vegano a los márgenes del centro derecha. El pastor afgano, por su parte, un ser elegantemente atemporal, pertenecía a un lugar indeterminado entre el campo grande y la ciudad pequeña, el cielo limpio y el suelo llano, el silencio y el susurro.
Como siempre hay gente para todo, muchos perros y pájaros de nuestra pradera se mantuvieron ajenos a sus encantos. No yo. Al contrario, las fui descubriendo a pocos, a sorbos de té verde, caña a caña, sin excesos, pausadamente, a lo largo de un año. Disfruté diariamente de sus enfoques, de sus risas y sus voces. Nos confesamos siempre y finalmente decidimos no comulgar. Puede que llegásemos a llorar un par de veces. Juntas.
Hoy han salido a correr, a volar y no han regresado a nuestra pradera asfáltica. Qué queréis, son outsiders, las ranas de la fábula. Corriendo van, volando, sin aguijones. No volverán. Ni yo. Esperadnos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Inner Fight

Nos partió un rayo

Patriotas en busca de exilio