Las naciones y los higos
El conflicto que se ha derivado
del llamado “proces”, como antes ocurrió con intentonas similares como el “Plan
Ibarretxe”, nos ha obligado a tener, o podríamos decir, soportar, a millones de
personas del planeta tierra, un primer plano de la actualidad marcado por el
nacionalismo. Ha llegado un punto que ha corrido por los grupos de Whatsapp un
chiste que reza: “A Dios pongo por testigo que estoy del referéndum hasta el
higo”, pues la saturación ha sido, y está siendo, infame. De hecho, doy por
hecho de que este post tendrá, por hartazgo, un máximo de tres lectores, o tal
vez, sirva para mermar mi ya de por sí, selecta pero, a la vez, poco concurrida, parroquia.
Aunque, semejante sobredosis, no
nos libra, todo lo contrario, del esfuerzo de profundizar y aclarar algunos
conceptos, ya que, algunos ya se han vuelto locos por el camino, y debe ser
nuestra ambición no enloquecer nosotros también. Además, este año me he
propuesto entender primero y tratar de explicar después, de forma que se me entienda,
qué es cada cosa, es decir, cada concepto, como parte de un ejercicio cívico de
conversación en plaza pública (que me lean poco no quiere decir que no puedan
hacerlo).
La primera pregunta que me hago
es ¿qué es el nacionalismo? Pues bien, cojo el trabajo del profesor de derecho
político y catedrático de constitucional, José Acosta Sánchez, que llegó a ser diputado
en el Parlamento de Cataluña por el Partido Socialista de Andalucía y luego,
que cosas, miembro de IUCA durante un año en los 80, Los fundamentos teóricos del nacionalismo y el nuevo ciclo del
fenómeno. Allí se cita a Gellner, como teórico del nacionalismo por
antonomasia, para dar esta definición: «El nacionalismo es el principio según
el cual la unidad política y la unidad nacional deben ser congruentes».
En esta línea nos explicó el
profesor Bobillo en una clase de Ciencias Políticas, que el objetivo esencial e
irrenunciable de los partidos nacionalistas era, precisamente, ese, construir
la nación y el Estado propios. Pero, añade Acosta, no se da, en puridad, el
nacionalismo sin un movimiento social de fondo que le otorgue su carácter real
y no meramente teórico. Es decir, detrás de las ideas nacionalistas y de los
políticos nacionalistas, hay alguna realidad social de fondo. Sin ella, no
puede saltar la chispa.
La cosa es ¿cómo se construye esa
realidad, esa nación, no ideal sino material? Hoy leía en la columna de Ignacio
Camacho una cita de Jordi Puyol en los 90: "Si usted aterriza en
Barcelona y ve los letreros en
otro idioma y los guardias vestidos con otro uniforme, de inmediato se
hace la idea de estar en
otro país". Ergo, quizás esa idea de nación en Cataluña
se haya ido extendiendo a partir del control nacionalista de la policía, es
decir, la fuerza y la educación y la televisión, es decir, la maquinaria de construcción
de hegemonías, que diría Errejón.
Eso es, en resumen lo que ha
pasado, han ido haciendo realidad la nación que los nacionalistas soñaban. No
se puede negar que ha calado esa idea aglutinante en muchos catalanes. Ahora
bien, para mí lo inquietante es ¿cómo es que los nacionalistas catalanes (independentistas
o no) reclaman a otra nación (España) con la que conviven, el respeto a la
pluralidad y diversidad identitaria y lingüística pero, mira tú por donde, quieren
imponer una nación unitaria al conjunto de los catalanes? Bueno, no a todos, en
su borrador se alude al derecho de autodeterminación del Valle D´Aran. Que
generosos.
Así que sí, vale, admitamos que existe
la percepción de esa nación llamada Cataluña, la han creado los nacionalistas y
muchos catalanes lo sienten y viven así. Ven lo que decía Pujol. La pena y el
espanto es, que a su lado, hay otra nación de catalanes (los que también se
sienten españoles) que a los nacionalistas más radicales les trae absolutamente
al pairo, pero con la que comparten, sin embargo, lengua, cultura y territorio.
Tan es así, que están dispuestos a pasarles, a su “otra mitad”, el rodillo del referéndum
por el 50% más uno de los votos. Toma juicio salomónico.
Lo curioso, aunque
desoladoramente contradictorio, es que en su borrador de Constitución Catalana exigen
una mayoría de 2/3 para aprobar la Ley Electoral. Así que sólo diré una cosa
más. Para cambiar de fecha las fiestas del pueblo de mi suegra, se hizo un referéndum,
que no prosperó, por cierto, pero podría haberlo hecho, con la mitad más uno de
los votos a favor y la participación del 60% del censo…
En definitiva, ¿puede gestionarse
de la misma forma cambiar, por seguir con este ejemplo, la fecha de las fiestas
patronales, que constituirse, un territorio dividido por la mitad en el plano
de la identidad nacional, cómo Estado independiente? Es decir, puedes dividir
una sociedad por la santa mitad sin exigencia de quorum y por un 50,01% de los
votos, pero exiges para aprobar la Ley Electoral 2/3 de los votos, es decir, con
el 66,6%? ¡Viva el contrato social! ¡Ole! ¡Yo pinto la democracia como me sale
del higo!
Como diría mi hijo de 8 año ¿mamá,
en serioooo? O sea que la pregunta ya no es qué es el nacionalismo, qué es la
nación o si hay, o no, nación o nación de naciones, la pregunta es ¿en serio
vas a seguir adelante con esta aberración política que divide en dos,
despreciando “a tu otra mitad” y lo vas a hacer sin escucharla y me pides, me
exiges, a mí que te escuche? En el sur te dirían un cosita sólo: ¡Y un higo pa
tí!
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