¿Qué tal la vuelta?

Cada año, empiezan los coleccionables imposibles, los propósitos de adelgazamiento y todo tipo de procesos de inicio, la vuelta al cole, el inicio del periodo de sesiones, la temporada otoño invierno de las tiendas de ropa...
No solemos dar valor a lo que permanece. Lo que sigue exactamente igual, dando una suerte de plus de emoción al comienzo. Debe ser una catarsis recurrente. Vuelvo a empezar, me reinvento, imagino que todo será distinto a partir de ahora...un espejismo que dura unas semanas antes de que todo vuelva a su ser.
Aprovecho, pues, para reflexionar a contra corriente y hacer una apología de la alegría de que las cosas permanezcan tal y como siempre han sido.

Regreso de la paz luminosa y básicamente indolente de mi verano en Cádiz a la rémora post-vacacional del enfado de los funcionarios del mes de julio. Un mail del sindicato esta mañana propone venir de luto los viernes para simbolizar el cabreo con el Gobierno. Se repite por enésima vez la profecía del otoño caliente. La desesperanza del todo va a peor es ya un arma política que todos quieren blandir ahora que "volvemos al lío".

En mi imaginario la vuelta no es el comienzo, es el camino entre los árboles que dejé hace unas semanas. Un camino familiar, a ratos cansino, otras apasionante. Un camino en un país en el que es posible hacer cosas si nos dejamos de poner la zancadilla unos a otros. Un país donde muchas cosas son posibles además de cabrearse mucho todo el tiempo. Si incluso Leticia Sabater saca nuevo disco, será que todo es ponerse...
Mientras, a mi alrededor despunta el populismo en grado sumo, antiguos ex banqueros ex convictos convertidos en líderes de opinión, marxistas leninistas desvalijando supermercados mientras a él le roban el iphone y amigos del alma haciendo proclamas antisistema a izquierda pero también a derecha y buscando en Islandia o en la autarquía un espejo donde mirarse.
Así, la vuelta se me antoja, a excepción de mi paseo en bici, un lugar común. El día de la marmota.
Aún así, nunca quise abandonar a su suerte este desolador panorama sin mi atenta mirada y sólo por unos minutos deseé quedarme en Cádiz, con el biquini mojado aún, viendo la puesta de sol hecha un ovillo, convencida de que hay cosas maravillosas que nunca valoramos en su justa medida sólo porque permanecen exactamente igual de hermosas que siempre.
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