Amar lo que queda


Ahora sé que es posible volver a amar la tierra yerma,
los olivos grisáceos del invierno,
las pardas sombras y las tardes vulgares de Febrero.
Que es posible amar con tanta calma
tan calladamente a solas, sin adornos.

Porque una ama ya lo que queda después de la batalla,
los cuerpos dolidos y los péndulos,
la rebeldía bienintencionada,
la desorientación
el aire cargado anterior a la lluvia.
La cierta honra que uno espera conservar,
cuando llegue la muerte.

Y aquí me tienes,
feliz,
mirando estos campos varados sin oficio.
Feliz
en este país
herido de muerte
que una ama a pesar de todo.

Sin idealismo de facultad.
Con un amor, si acaso,
de tercera edad,
con un amor de amiga sin fanfarrias.

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