Confinamiento


Suena la radio y un fondo de gotas de lluvia sobre el aparato de aire acondicionado. Me gusta estar en la cama con esa banda sonora.
Son las 10:10. En otras circunstancias llevaría dos horas despierta y la asistenta estaría pasando, inmisericorde el aspirador. Yo llegaría tarde a la sesión de control del Congreso o tendría un trabajo o qué se yo. Me tomaría el té en el bar de la esquina.
Me quedo hipnotizada con el ruido de las gotas. Chap, chap, chap. Analizo mis sensaciones de esta cuarentena que se hace eterna y concluyo que he perdido la esperanza en el futuro. Por eso procrastino activamente. Pasivamente. Porque este virus ha parado el tiempo. Y en este nuevo compás repaso el relato de hace años que he rescrito, pienso en los cartones mojados de Muhmad y en Canet el poeta que me prestó tantas canciones Y en Carol, a flor de piel. Pienso en tantas personas que me han acompañado en esta aventura literaria que siempre resucita cuando pintan bastos. 
Es mi as en la manga. Seguimos.
Es miércoles. Ya siempre es miércoles en este mundo errático, plagado de ángulos muertos, portales y cartones. Lleno de amor, de aburrimiento, lleno de vino, de paredes, de aplausos y pupilas que titilan de manera similar a las estrellas en la noche, como si temblaran. Chap, chap, chap. Fugaz, casi imperceptiblemente.


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