Convénceme tú
Convéncete.
Llevo amándote cada día, religiosamente.
Convocando tu nombre, hasta el punto, de haberlo usado como
contraseña de inicio.
Reenumerándolo, con afán devoto, cada 14 días antes de que
expirase, no mi amor,
sino las letras con que te digo.
Mi amor es, de una generosidad patológica.
Tal vez, de hecho, sea mi amor excesivo, fanático, inmerecido.
Porque tú, para ser sinceros, dejando ya a un lado la jodida postverdad
con la que todo lo envuelves,
jamás me has convencido a mí
de merecer mi amor, en modo
alguno.
Me miras, eso sí, con cara de tener derecho.
Simplemente.
Como estas pretensiones modernas indubitadas.
Derecho a decidir.
Derecho a ser madre.
Derecho a no ser madre.
Derecho a ser amado por ti o a tener
la plácida vida asexual de un ciborg.
Frente a tal imaginario existencial, yo, amor mío, quizás
sea una pánfila,
Es más, estoy segura de ser una pánfila de libro,
Por no haber,
inventado mis propios derechos inalienables,
Por no haber enarbolado, por ejemplo,
mi derecho a ser
correspondida.
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