La desafección política o el triunfo de la democracia débil

Cualquier estudiante de segundo de políticas sabe que la crisis de representación es una compañera habitual de las modernas democracias occidentales. Ese concepto original de la representación como manera de gobernar, legislar, controlar, etc. por mediación de otros, implica ante todo aceptar la metáfora de que la soberanía reside en las Cámaras parlamentarias. Pues bien, estamos ante una metáfora teórica pero también ante una ley fundamental de la democracia, el poder reside en la nación y quienes la forman y unos señores y señoras, ejercen el mandato no imperativo de cumplir las funciones legislativas y de control e impulso al gobierno. El Gobierno mismo es una metáfora de ese pueblo que delega tales funciones legislativas y de gestión por voluntad propia y colectiva de no ejercerlas directamente en un órgano colegiado elegido democráticamente en elecciones libres.

La desafección política implica una crisis de representación, un alejamiento entre representantes y representados de forma asimétricamente bidereccional. Es decir, políticos que "no escuchan" al pueblo al que representan y gentes que pasan de la política y de los políticos.

Los medios de comunicación mantienen igualmente una relación de amor-odio con la clase política, sacando punta a todo lo que hacen y dicen a la vez que necesitándoles de forma estructural, ya que extensas cantidades de contenido gráfico y léxico, se refiere a eso mismo que hacen y dicen.
En los tiempos que corren, la crisis ha puesto de manifiesto esta vieja máxima de las democracias actuales en todo su explendor. El esquema de la desafección en España es algo así:
  • Los políticos son, en su mayoría o de forma generalizada, potencialmente corruptos o corruptos a secas, vienen a este sector a lucrarse sin necesidad de responder a las necesidades y expectativas de la ciudadanía y están colmados de prebendas injustificadas.
  • La ciudadanía por su parte, ajena la mayor parte del tiempo de los asuntos públicos, sobrevuela si acaso la periferia de los partidos políticos para llevar a cabo algún tipo de gestión de lobby, frecuentemente de forma satélite y dirigista por parte de algún partido político tradicional. Por lo general, a la gente nunca le ha interesado la política "por las razones antes apuntadas" y porque le resulta un coñazo total.
De vez en cuando surge una iniciativa política ciudadana aparentemente espontánea. Observad que casi siempre o bien es impulsada por partidos políticos tradicionales, a los que sí les interesa la política tradicional o bien están orientadas a pedir que los partidos políticos hagan esto o lo otro. Rara vez se refieren a pedir que la sociedad haga esto o lo otro, cambie hábitos, se implique en los asuntos públicos o construya nuevas bases de cultura social y política. Cuando esta premisa no se da, lo que solemos encontrar son llamamientos a la democracia directa de tipo asambleario y auto gestionario a nivel local y una recurrente pátina neomarxista, ya que, como es de todos conocido, el marxismo y la democracia directa siempre van de la mano...

En mi opinión, se trata de un comportamiento freudiano, matar al padre cuidador que nos castra pero correr a remplazarlo por otro padre cuidador que nos libera. En todo caso no hay emancipación política sino repetición continua del mismo esquema paternalista y a la vez inmaduro. Un padre protector casi siempre torpe que se ocupa de los asuntos del hijo adolescente que piensa abiertamente que su padre es un gilipollas (y muchas veces fascista también).

España es también un lugar de política de bar y sobremesa y, por eso, es en los bares y alrededor de las mesas, incluidas las mesas camilla con la tele encendida, donde se desmenuza la acción política y se dan las claves para cambiar el mundo. Pero esos cientos de miles de políticos ocasionales rara vez hacen llegar sus propuestas a través de algún tipo de voz articulada. Esos asertos más o menos acertados, no suelen llegar a ninguna parte porque la cultura política carece de recursos para el debate colectivo. Las encuestas ponen algo de orden en esta democracia bastante tabernera de modo que, los analistas o meros seguidores de lo político sólo podemos aspirar a entender, más o menos, que es lo que piensa la gente sobre los asuntos y en las coyunturas que va decidiendo el barómetro del CIS. Eso o haciendo sobremesas largas con nuestra familia y amigos, eso en época de crisis porque en épocas expansivas la gente no pierde el tiempo hablando de política.

Es el momento de reflexionar sobre la calidad de nuestra democracia y la relevancia de los coceptos democráticos fundamentales. Pero es preciso hacerlo de esa forma bidireccional que expongo. En ese sentido, puede ser cierto que sobren políticos pero desde luego faltan también ciudadanos interesados por la política en sentido amplio.Faltan ciudadanos interesados en debatir públicamente los asuntos públicos, profesionales que dediquen parte de su tiempo a opinar con rigor al margen de los partidos y con la mirada puesta en el interés general. 

O nos ponemos las pilas por el lado que nos toca como sociedad o estaremos cayendo en picado en los brazos de una democracia débil que es el territorio de la demagogia y el populismo si no de cosas peores de las que la historia europea está plagada. Los políticos por su parte tienen ante sí el reto inmediato de "dar ejemplo" bajarse el sueldo, perder cesantías y viajar en autobús. Limitar su número, hacer más con menos y mejorar sus perfiles. Y los partidos tendrán que encontrar en el propio pueblo donde la soberanía reside a esos nuevos representantes virtuosos y frugales, hijos de esa sociedad civil que a penas existe y hacerlo con un contrato eventual. O eso o como decía el que fue mi profesor de sistemas representativos, empezar a pensar el gobernar por sorteo y a quien le toque le tocó...

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