Cumplir un sueño que sabe a leche con miel

El 14, esa línea recurrente a lo largo de los últimos años, tantas veces repleta de fauna dispuesta a resistir mi sociología express, hoy está leyendo, ensimismada con el i-phone, absorta mientras hojea la prensa gratuita. Hace sólo seis meses era un espacio algo más desperto pero hoy ya flota en sus paredes ese ánimo introspectivo propio de los tiempos de una España noqueada por la crisis económica y la desesperanza horizontal.
Aún es de noche. Se ilumina "El brillante" en la distancia, mientras la gélida verja del ministerio de agricultura, impasible como sólo puede serlo una verja común, le da la callada gris por respuesta.
Ayer mi devenir giraba en torno a la PAC, la berenjena de Almagro y la restructuración del viñedo, así que no habría sido del todo descabellado que me bajara aquí. Continuo sin embargo, persigo un sueño que se cumple.
Porque cuando un sueño se cumple, suele hacerlo con la normalidad más absoluta y salvo si te toca la lotaería de navidad jamás la felicidad es una felicidad en un sólo acto.
A veces parece que cuando logramos nuestras metas, la felicidad es como una bailarina cíngara que da vueltas abriendo los brazos y una se la queda mirando como una aturdida espectadora de su propia dicha.
Pero es que los humanos convocamos la profecía una y otra vez. La convocamos con tanta insistencia que, cuando se cumple, casi siempre, después de años de cruzar los dedos y soñar de camino a ese trabajo que en el fondo detestamos, es como reencontrarse con el amor de su vida 10 años después. Puede incluso que ese amor no esté desmejorado, puede que siga siendo un cañón, pero somos nosotros quienes ya no sabemos qué decir, ni qué sentir.
La nueva sensación es más larga. No tiene alas de mariposa. Viene templada como leche con miel.
Pero tiene una valor profundo que sólo una puede saborear: estás aquí, dejando parar la verja de agricultura y tú consabida parada habitual de Emilio Castelar porque anduviste todo ese tiempo que pasó soñando que un día bajarías, pongamos por caso, en Los Nuevos Ministerios y podrías ser una politóloga en ejercicio.
Nunca fue como chasquear los dedos.
Mi trayectoria profesional siempre quise escribirla yo y en las horas bajas siempre supe que podría lograrlo si seguía creyendo como Ulises en el proyecto de tener un oficio que casi nadie sabe que existe.
Hoy estoy aquí, de nuevo en el 14, porque nunca renuncié a conseguirlo y ni la soledad del páramo asfáltico que la consultoría significó para mí pensé, para qué intentarlo, me retiro, aquí me quedo, con mis power points y mis mohines.
Este sueño es mío, me pertenece, me coloca en el ojo del huracán y en la intrahistoria política y este sueño quiero vivirlo.

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