Estrella, la mujer magnética

Estrella al andar bailaba una suerte de coreografía poderosísima en la que su falda se balanceaba airosa alternando brazos y caderas que, como un diapasón, oscilaba con decisión a cada paso.

Sus comisuras, puntas del iceberg de unos labios jugosos, hacían intuir una sonrisa, una de esas sonrisas de ser feliz y ser consciente.
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Sl igual que otros cientos de miles de mujeres, Estrella se pasaba el 50% de la jornada en una oficina gris asfáltico llena de hombres sobrevalorados a los que estrella miraba a los ojos de forma hipnótica. Con frecuencia sus superiores llegaban a bajar la mirada para no ser abducidos literalmente por su negras pupilas.

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A principios del verano y ante la persistente capacidad de Estrella para eclipsar voluntades y propiciar devotos, se impuso en la oficina el uso generalizado de la escafandra. Así el vestíbulo albergaba una especie submarina de vestuario en el que poder vestirse enteramente de buzo.

El disfraz decimonónico no logró en ningún caso impedir el contagio irresistible de la mujer magnética pero sirvió, al menos, para ocultar el iris helado de sus víctimas.

Comentarios

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  2. La escafandra le sienta muy bien. Aunque su andar es algo metálico

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