El punto de referencia

Espero que tenga razón Deepak Chopra cuando afirma que el punto de referencia para medir la felicidad y el éxito está en uno mismo. Me recuerda a la conversación aquella de las comunidades cristianas en las que se debatía eso mismo y Mariano decía ¿y si te menten un estintor por el cu-piiiiiiiii cómo eres de feliz???
Francamente, deseo que Deepak Chopra no sea un charlatán de medio pelo. Espero que las enseñanzas de sus reinterpretaciones orientales traingan verdad a mi espíritu y paz y energía. Más me vale, que sea eso, que he equivocado el punto de referencia por falta de gnosis. Entonces habría una posibilidad realista de frenar la debacle que desde hace unos años vivo con respecto al éxito exterior.
Uno debe, por el contrario, triunfar porque ama plenamente y disfruta, porque deja cierta huella en las almas de otros y esa huella se convierte en música, en creatividad, en una memoria sobre la que crecer. Uno debe sentirse recompensado porque enamoró al inteligente, porque supo darse al generoso, porque tuvo hijos y los hizo reir y les espantó el miedo y las moscas.
Alfombra roja para el buen conversador, para la mujer que buscó tiempo para iniciarse en el flamenco y lo gozó, para la que montó un blog y se puso a escribir sin esperar a nadie, para el que sale a correr y se queda solo con uno mismo y sufre si cree que su alma está perdiendo su luz.
Dice Chopra que cuando uno pone el punto de referencia fuera de sí su conocimiento del mundo se basa en la opinión de otros y en el miedo a defraudar esa expectativa. Eso seguro, miedo a fracasar, a no valer…
Ahora que me miro por esos ojos de otros, fracasada y sin ascenso, un año más, me pregunto si no soy en realidad una triunfadora desclasada, una mujer feliz atrapada en una jaula por tristes especialistas con una claro problema de epicentro.
Me apunto, además, el reciente consejo que me dio el cantante de un grupo de rock que busca grupo: “Prefiero ser aprendiz de muchas cosas que bueno en una sóla”.
Si acaso confieso una rabieta temporal como aquel que quedaba indefectiblemente el último en la selección de equipos para jugar a “churro va”. Pero es poca cosa, estoy en camino de cambiar de nuevo el punto, justo hacia el rincón en que puede verse el Aleph y todo esto adquiere la pequeñez de un botón.

Comentarios

  1. El triunfo laboral no es el único, ni el más valorable, que acompaña a una persona. No es ni siquiera el más indicativo de un verdadero valor personal. Como comentas en tu post-post, hay un gran país paralelo de gente brillante que no tiene su merecido reconocimiento y lugar que le corresponde en éste, y ello tiene tan variadas y manidas explicaciones...
    El triunfo en la vida está multicompuesto de pequeños logros, de gestos y gestas particulares o públicas, de seres humanos que nos acompañan o acompañamos exitosamente. en realidad, el triunfo personal a mi modo de ver es un recorrido al que hay que incorporar el mayor o más cualificado número de experiencias positivas (positivas en origen o positivizadas). Vivir con intensidad. Sentir todo, que el paso de los acontecimientos no nos anestesie.

    No te desalientes porque una manga de mediocres personajes no sepa ver que laboralmente les das con probabilidad mil vueltas, porque eso es pedir peras al olmo. para que eso sucediese, tendrías que estar rodeada de gente tan válida como tú o más.

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  2. Yo pienso como el Chopra ése y no como Mariano, con quien ya he discutido del tema muchas veces. El éxito no está en el trabajo, habrá cosas buena y cosas malas, ni en una pareja que tendrá cosas buenas y cosas malas, ni en los hijos que nos alegrarán y decepcionarán, ni en que nos sintamos reconocidos por los demás. Para mi el éxito está en hacer coss que nos apasionen y, en caso de que no sea posible, disfrutar de las mil cosas que a diario hacen que nuestra vida sea única, un abrazo¡¡¡

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