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Mostrando entradas de noviembre, 2009

La clave del éxito

Tras un breve sondeo por la red descubro algunas de las señas de identidad de la bloguera de éxito: jóven, de entre 25 y 30 años, preferentemente independizada de los padres. Hace 2-3 años era becaria en alguna editorial, revista o agencia de publicidad y hoy, con un puesto intermedio, se siente la reina del mundo. Comentan a golpe de confesión las clásicas asociaciones de ideas, frescas y chispeantes, de la tardo-adolescencia, así como cualquier otra ocurrencia como las que a una se le ocurren cuando pasea al perro. Ya no podría decir que lo recuerdo perfectamente porque lo cierto es que lo recuerdo a trozos, y no porque este mayor sino porque mi mapa cognitivo funciona a ráfagas como bien saben mis amigas. Pero aunque sea a base de patchworks de recuerdos, puedo reconstruir como funcionaba mi cabeza entonces. Creo que la individualidad era inmensa, que la existencia era todo aquello que pasaba por nuestros sentidos y todo lo demás, a penas tramoya y atrezo. “tres cosas que me gustan”

El asqueroso hierbajo

Ya no fumo. Soy ex fumadora aunque he fumado cigarrillos durante tantos años que, desde una especie de lealtad mal entendida, aún tiendo a identificarme con los fumadores y sus causas. Ahora mismo estoy esperando a entrar en la consulta del médico. Desde la ventana tengo vista del edificio de enfrente. Varios balconcitos tienen, lo que podríamos denominar “rincones para fumar”. Una mesa de jardín o la misma máquina de aire acondicionado son los repositorios de turno para el cenicero, el paquete de tabaco y el mechero. Así, si uno quiere fumar se sale a la terraza llueva, nieve o granice. Y es que los fumadores hace tiempo que han comenzado a prohibirse fumar en sus propias casas y son recluidos en esos espacios externos para no atufar al resto de la familia con el “asqueroso hierbajo” que diría Allen Carr. Pronto los pisos tendrán diminutas narcosalas en las que echarse un piti con alguna mascarilla que al tiempo facilite la dosis y purifique el ambiente como una de esas vaporetas con

Para el mítico George

Mítico y legendario compañero recuerda que: Acepté tu primera propuesta de amor eterno aquella vez sobre el abismo del Puente de San Pablo. Es verdad que el vértigo y el pánico nublaban mi voluntad, y acepté sin pensarlo pero tampoco es menos cierto que fue uno de los momentos más importantes de nuestra vida juntos. Regresé tras una breve pausa en la que valoré sin presiones la naturaleza de los estímulos de nuestro amor. Al final descubrí que es posible ser profundo y auténtico sin escribir poesía y también es posible escribir poesía y leer el Hola, que se puede ser intelectual y mamón y también mamón a secas. Que ser intelectual es un un mérito cualquiera como la simpatía o la vitalidad. Me casé contigo un día de sol, lluvia, granizo, viento y ovejas bíblicas y allí, frente a todos, leí un alegato lleno de razones de por qué te escogí entre todos. Dimos vida a dos ángeles. Sabes que hay días que uno se emociona sólo de verles dormidos… En definitiva, somos grandes, compartimos un des

La playa

Los momentos felices, esos malditos y escurridizos sucesos evanescentes, viven en playas como esta del Martín del Burgo que hoy os muestro en portada, entre dunas suaves, con brisas ligeras, sobre mares centelleantes y dentro de ojos y besos que contemplan el paisaje. He sido feliz en Cádiz, en el Cabo da Roca, en las Teresitas, en la Tejita del Médano, en Playa Romana, en Capri, en Oluz Deniz, en Santander, en los sueños de ser feliz en Cerdeña, en Jamaica, en Bali y la polinesia, en una playa fría de la costa este americana, en Costa Rica, en Honduras, en Maldivas y Formentera...

Epístola justiciera a toro pasado

Querido jefecillo, hoy recapitulo de todas las veces en que hemos hablado de tí, créeme, y no siempre mal.¿Te extraña? En realidad, yo también pongo hoy la misma cara de pocker que pondrías tú si leyeras esta epístola. Has tenido un protagonismo de todo punto injustificado en nuestras vidas. Injustificado, digo, porque no das para tanto. Lo único que te cualificó, y de forma coyuntural fue esa capacidad, nada desdeñable de influir en nuestra carrera profesional en el reconocimientos de méritos y otras prebendas. Y es que uno, en ocasiones, ocupa más espacio del que geométricamente le corresponde, cosa que considero un cumplido, anyway, porque expandirse no es una propiedad habitual de los cuerpos, y en tu caso, es un mérito doble, porque, incluso, geométricamente, eres menudo. Otros cuerpos más largos y pasados han generado una influencia mucho menor e infinitamente menos horas de conversación que tu pequeña geografía. Tu gran motor ha sido, sin duda, tu natural energía, tu incansable

Ponte en mis zapatos

Hace ya algunos años leí un eslogan corporativo que interpelaba al empleado ¿te pones en los zapatos del cliente? La frase estaba acompañada de una foto en la que dos niños jugaban a eso, a ponerse zapatos que no eran suyos sino de otros con pies mucho más grandes. Ya entonces me gustó la idea porque significa empatizar y prestar un servicio al otro asumiendo que el tallaje sería diverso y que, en todo caso, eso no iba a ser un problema. En las relaciones personales pasa igual. El otro día, charlando con mi marido, surgió la necesidad de profundizar en las razones del otro, en el dolor del otro, intercambiándose los zapatos. Nos miramos y yo le dije -A mí me van a sobrar, y a tí te van a doler-.

Círculos

Círculos: geografía esférica formada por una continuidad de puntos cuyo origen y destino acaban uniéndose. Ciertas historias o pedazos de ellas, de forma redondeada, empiezan y regresan. No con el fatum del eterno retorno, ni como teoría del destino como pieza de cierre de lo imcompleto. Es, más bien, como la fábula del escorpión y la rana, una cuestión de naturaleza. La naturaleza esférica del largo plazo de las aventuras estructurales de lo vivido recurrente. Lo importante, al fin, que vertebra lo accesorio y le impide centrifugar.

Mi madre

Mi madre ha sido, sin parangón, la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida. Y lo digo ahora, con esa distancia que ha nacido de la búsqueda de las grandes respuestas. De pequeña, mi madre hacía tartas con forma de tren, de casita, de puercoespín y a mí, todo eso, me parecía normal. Aunque también me preguntaba por qué siempre me daba embutidos cocidos en lugar de chorizo de Pamplona. Pero no recuerdo que al mirarla sintiera lo que siento hoy por ella. Sí sé, que el día que vino a buscarnos al cole con la mano vendada sentí miedo y desconcierto ante el hecho de que las mamás pudieran sufrir accidentes domésticos o estar enfermas. Poco a poco descubrí que mi madre leía mucho, libros gordos, un concepto deslumbrante a los ojos de una niña. Fue, tiempo después, que aprecié sus maravillas. Porque Teresa, mi madre, tiene la habilidad cósmica de proyectarse. Así, tenemos a Teresa y sus maravillosas plantas, lustrosas como magnolios brillando al sol. Teresa y su pintura, prolífica y c

Ana

Ana acaba de lanzar uno de esos discursos redondos plagados de ideas-fuerza y elocuentes pausas. No hay nada que más me emocione que un buen discurso político y aunque no lo presencié la conozco tanto que puedo reconstruir la parte en que ella mira un poco a ninguna parte, chasquea un instante la lengua contra el paladar y afirma grandiosa: -me voy se esta empresa por motivos morales (pausa) porque no me gusta nada como tratáis a los trabajadores, básicamente.- De haber estado en la habitación donde todo ocurrió habría querido aplaudir y gritar “bravo, bravo” al tiempo que lanzaba onomatopeyas deportivas y levantada un puño en señal de victoria (no de victoria sindical sino de victoria olímpica porque en estas lides soy fanática de Ana). Ana ha estado espléndida, valiente y linda como un lienzo de Bottichelli, desgranando una por una las verdades del barquero de su cambio de empresa. Verdades y razones que nos visten o nos desnudan, como en este caso, y contribuyen a desquebrajar la te